Blaze of Sword

Blaze Of Sword
Por ANTITHEDARK Y GHOSTYAYA


Prólogo

Él iba caminando por aquél sendero solitario. Sus manos estaban refugiadas en los bolsillos de la ropa, su cabeza la tenía cabizbaja y los hombros encorvados, resguardándose del frío que hacía en ese momento. Caminaba lento, observando el reflejo de su sombra en la vereda debido a la luna plateada que se quería ocultar tras las nubes negras, como si quisiera evitar ver lo que sucedería a continuación. El hombre sonrío,  se detuvo y miró a su izquierda.

-¿Por cuánto tiempo más te estarás ocultando?-cuestionó, mientras se erguía aún con su sonrisa. Su filosofía era ver lo positivo de la vida, a pesar de la presencia de las sombras en la luz.


Un movimiento leve en los árboles hizo acto de presencia y en un movimiento ágil, una bella joven, mucho menor que él, apareció a pocos metros. El viento movió el cabello de ella y miró cómo su mano se dirigía al mango de la katana que llevaba sobre su costado izquierdo; mientras que él se acomodaba sus anteojos y apretaba su mano derecha de acero reforzado en forma de puño,  un movimiento para prepararse en caso de ser necesario, como siempre lo hacía.

-Sabes que es por  el bien del clan…-sentenció  Atenea,  mirándolo con fiereza.

-¿Segura que es lo correcto?-se coloca de perfil y se reacomoda sus lentes. El reflejo de la luminidad plateada cala los ojos de la chica, quien parpadea un poco. Lamentable descuido.

En fracción de segundos, él aparece detrás de ella con una mano sobre su hombro. Atenea se asustó levemente, sorprendiéndose por la velocidad de quien debía asesinar. Su reacción inmediata fue brincar hacia el otro lado y colocarse en posición de defensa. Su respiración se volvió agitada y nerviosa. Aún no tenía edad para la gravedad de su misión, y menos el acabar con uno de los suyos…

-Mi maestro sabe por qué hace las cosas, y para mí….-Atenea mira con fiereza al joven, como si deseara que todo finalizara-, es lo correcto.

Las nubes terminan por encubrir la luna. La obscuridad la cegó por unos momentos, el silencio impregnó el espacio, ni las respiraciones eran detectables. Sacó su katana y lo sostuvo con sus dos manos, esperando atacar en cuanto escuchara algo. Pero no tuvo que esperar. Atenea sintió cómo fue empujada levemente hacia atrás y su arma se volvió pesada. El sonido de carne perforada con suma delicadeza la perturbó. La luna reaparece, mostrando el escenario sangriento: el joven se había incrustado por el abdomen el filo de aquél arma. La sangre corría hasta las manos de ella, quien la sintió cálida y espesa. Él mantenía su sonrisa y el líquido brotaba de las comisuras, mostrando un rostro triste, mas a la vez esperanzador.

-Entonces… sigue tu ideal…

Fue lo último que dijo él antes de caer muerto al suelo. El polvo se levantó y antes de que descendiera, Atenea había desaparecido y dejó el cuerpo en la soledad, sin testigos, sin nadie que lamentara aquél acto que desencadenaría eventos desdichados.


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-¡Llegó la hora, Shadow!-gritó K al bosque, en una mezcla de frustración y coraje- ¡Sabemos que fuiste tú! ¡Primero la maestra nos abandonó y ahora tu traición! … -apretó la funda de su espada y frunció la boca, decepcionado.

El chico de piel morena sostuvo con su otra mano  la cremallera de la chamarra negra que portaba y lo bajó, mostrando la polera. Shadow sabe que estaba nervioso, lo conocía muy bien.

-¡Shadow! ¡Aparece, cobarde!

El llamado prefirió seguir observando desde la copa del árbol más frondoso. Por instinto, sacó el ninjato de una bolsa amarrada en su pierna izquierda. Sin embargo, se quedó sin aire y optó por guardarlo. ¿Qué se supone que haría? ¿Matar a su mejor amigo? Si fuera otra persona lo haría sin dudar, fue entrenado para eso.

Ese día despertó como otros, preparado para los imprevistos y seguir entrenando, cuando se enteró que su maestra se marchó. No le extrañó ese comportamiento, puesto que ella era alguien que no le gustaba pelear y en cualquier momento desertaría. Claro, la admiró desde joven, pero eso no la bajaba de considerarla traidora. No obstante, la mayor sorpresa fue enterarse del cuerpo encontrado en el pueblo del otro clan, ubicado al otro lado de las montañas. Y más aún, que lo consideraran culpable. Sabía que mandarían a alguien para acabar con su vida. no K, jamás lo pensó.

De pronto, sintió que una parvada de aves, ubicada al lado suyo, se fue volando asustada. Una señal que interpretó rápido, ya que se dejó caer a las ramas antes de escuchar cómo una espada cortó el aire en donde se encontraba. Shadow respingó y lanza un puñetazo al tronco, un cuerpo pesado cayó y se quejó del golpe. No evitó reír y se llevó una mano a su frente.

-Vamos K… ¿Eres capaz de enfrentarme?-la risa desapareció y frunció su ceño. Lo olvidó. Ayer eran hermanos; hoy, enemigos.

K escupió y se levantó, apuntándolo con su espada de forma amenazante. Shadow notó que temblaba un poco. Obvio, su amigo era excelente en los entrenamientos, pero inexperto en la vida real.  A pesar de considerarse un asesino, K le recordaba que la vida no debía ser dura, incluso aprendió a disfrutarla. Chasqueó los dientes ante la ironía perceptible.

-Shadow… fuiste un buen amigo, pero lo que hiciste no tiene perdón. ¿Cómo te atreves a verme los ojos, después de arrebatarle la vida a un hombre que, a pesar de pertenecer al otro clan, no era enemigo de alguien?

Shadow sabía la respuesta, mas sabe que K no estaba en condiciones de escucharlo y mucho menos creerle. Por ello quería evitar la pelea; sin embargo, sus pulsiones le indicaban sacar los ninjatos, distraerlo y atacarlo. Poseía una lucha interna que pasaba imperceptible de su amigo, ya que ocultaba muy bien sus escasas emociones.

En medio de la tensión, escuchó unas pisadas a la lejanía. Volteó y fue demasiado tarde cuando quiso enmendar su error. Ocurrió pronto, para su fortuna: la hoja de la espada reventó su ojo izquierdo; con el otro miró algo rojizo que borbotaba y el sentir una pequeña explosión lo paralizó brevemente. Pudo notar que K estaba estupefacto y que dejó caer la espada.

Con una mano, Shadow intentó sin resultados evitar el sangrado que se filtraba por los dedos. Abrió la boca y miró por última vez a su amigo, quien tenía los ojos llorosos  e imploraba perdón con su mirada antes de echarse a correr y perderse entre los árboles, a la vez que escuchaba el grito de Dead, otro amigo en común que venía evitar la pelea.


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Había pasado una semana desde que dejé a quienes consideraba mi familia. Mis ideales tuvieron una guerra con aquellas implementadas en el sistema y, harta de las sombras, decidí escapar. Me considerarían traidora, buscarían mi muerte, estaba preparada para lo que fuese a ocurrir. Los esperaría.

Aquél vagabundo me abrazó cuando lo encontré a las afueras de la comunidad, dándome cobijo a los acontecimientos que dejé atrás. Mi pueblo, mis alumnos… mi amigo asesinado.

-Vamos…-me dijo, golpeando levemente mi cabeza-. No te pongas así. Todo tiene un por qué.

Dicho esto, me colocó un collar en forma de media luna, un sello de que no miraríamos atrás y seguiríamos adelante por el bien de todos. Sonreí, esperando que todo continuara como la corriente de un río, a sabiendas que en ocasiones se pondría turbulento.

En los siguientes días estuve viviendo en una cabaña, sobreviví gracias a lo que me proveía la naturaleza y conviviendo con una paz extraña. No duraría el tiempo que hubiese deseado, mas al menos la disfrutaría al máximo. No me había enterado de noticias relacionadas a los pueblos, y eso me quitaba un gran peso de encima. De vez en cuando iba a visitar al dichoso vagabundo, no quería que mi huída fuera en vano y  la promesa efectuada se la llevara el viento.

Una tarde, caminaba con comida para visitarlo, puesto que, conociéndolo, no sabría cocinar y en poco tiempo él moriría de hambre. El cielo se coloreó de tonos rosados y naranjas, mientras que la cálida brisa jugueteaba con mis cabellos negros. Suspiré… y en eso sentí que alguien me observaba. No creí que fuera tan pronto. Anduve unos metros más y dejé el cesto con los alimentos cerca de un riachuelo. El trinar de un pájaro terminó por adornar la plácida tarde, cuando me hice a un lado y miré que un nijtato cortaba uno de mis cabellos y se incrustaba en el suelo pasteado.

Metí la mano en mi bolsillo derecho y saqué un tubo obscuro. Me di media vuelta y antes de que otro ninjato llegara apuntando a mi rostro, el artefacto se extendió en forma de bastón y lo giré a tal velocidad que el arma cortapunzante se quebró en pedazos. Brinqué hacia atrás y con un movimiento rápido, saqué el ninjato de la tierra y lancé hacia donde provino. Escuché un gemido y vi un cuerpo precipitarse. Pensé que habían mandado a un inepto en matarme, por lo que me acerqué con cauleta y me sorprendí al descubrir a uno de mis mejores alumnos con una cuenca ocular vacía y en un estado de deshidratación agravada.

Me arrodillé y coloqué su cabeza sobre mis piernas. Trocé una parte de mi vendaje del brazo y cubrí su rostro, esperando que no estuviese demasiado infectado. Él abrió su otro ojo e intentó hablar, pero lo callé colocando un dedo sobre su boca.

-Shadow…-me dolía verlo así. Fue un alumno que se ganó mi cariño-¿Qué te pasó?-acaricié su frente, pero lo rechazó.

-Tu… Yari, traidora-tosió sangre, una señal que despertó mi alarma. No podía llevarlo con alguien más, era muy riesgoso-. Mataste al tipo del otro…. clan y… huíste, nos abandonaste…

-Shhh… -le sonreí, recordando cuando era un niño-. Descansa.

No se si me haría caso, pero lo hizo. Shadow siempre intentó ocultar sus sentimientos ante los demás, no pudo hacerlo conmigo al reclamarme. Cerró su párpado derecho y entró en un sueño profundo, indicándome que no había dormido en días. ¿Qué fue lo que sucedió? Lo acomodé sobre mi espalda, agarré la canasta, mi bastón y regresé a mi hogar, pensando en las barbaries que acontecerían de ahora en adelante.

La espada comenzó a blandirse. Nadie podría escapar de ella.